Existe la creencia, bastante difundida todavía, de que la artesanía es un sector inmovilista y estático. Muy al contrario, la artesanía ha estado históricamente en constante evolución porque el intentar hacer las cosas con más rapidez, eficiencia y comodidad es algo inherente a la naturaleza humana. Esto es especialmente cierto en el sector textil, que ha sido motor de innovación desde la invención del hilado y el tejido en el neolítico hasta los mecanismos de selección de hilos del telar Jacquard del siglo XVIII, antecedente reconocido de la informática. Hoy los talleres artesanos utilizan masivamente las herramientas tecnológicas para la gestión, la comunicación y la producción.

La estrategia tradicional para el establecimiento de un taller artesanal se basaba -se basa aún- en el dominio del conjunto de técnicas y destrezas que constituyen un oficio, acompañado muchas veces por el conocimiento profundo de un determinado material. Pero el textil es un campo en expansión y podemos observar que, junto con los talleres como siempre los hemos conocido, conviven un conjunto de prácticas multidisciplinares con el textil como común denominador. Las y los participantes en la jornada reciclan restos de la industria para crear producto con valor añadido, recrean los quipus incas a partir de los algoritmos de Facebook, crean arte minimalista bordando con lentejuelas, arropan (literalmente) a cantantes de ópera y actrices, versionan el traje de faralaes en ganchillo, recuperan los saberes tradicionales asociados a la producción de fibras textiles locales, colaboran con creadores de otros ámbitos, con escuelas, con la industria… Su trabajo nos acerca a la enorme riqueza y variedad del textil hoy, que no sabe de límites y permite casi tantos enfoques como talleres. Y éste es precisamente el objetivo de Tejiendo Futuros presentando un panorama de la situación actual de las prácticas textiles contemporáneas.

Lala de Dios